7 jun 2012

Detengan todos los relojes
corten los teléfonos,
denle un jugoso hueso al perro
para evitar que ladre.

Callen los pianos,
que el sonido del tambor se amortigüe.
Al pasar su ataúd,
permitan entrar a los deudos.

Dejen que los aviones,
al volar en círculos sobre nuestras cabezas,
escriban en el cielo:
“Él ha muerto”.

Pongan listones negros
en el cuello de las palomas blancas,
obliguen a los policías de tránsito
a usar guantes negros de algodón.
Él era mi norte, mi sur,
mi este y mi oeste,
mi semana de trabajo y mi domingo de descanso.
Mi mediodía, mi medianoche,
mi plática, mi canción.

Pensé que nuestro amor sería eterno:
Estaba equivocada.

Retiren las estrellas del cielo
eclipsen la luna
apaguen el sol
vacíen el océano
barran con los bosques.

Después de esto…
no puede haber nada bueno.

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